“Quisiera que entremos en la realidad de la República, a saber, que las elecciones fuesen reales, que la representación fuese real, que el poder fuese real. Algo más querría, y es que la moral fuese también parte de la política.”
Domingo Faustino Sarmiento
Me temo que la sociedad argentina, que integramos, aun no está en condiciones de capitalizar la dura experiencia de nuestra historia y del actual periodo democrático. Los calificativos y descalificativos hacia el gobierno, por ejemplo, son muchos y variados. Todavía hay periodistas que se preguntan cuál es su ideología. Otros comunicadores, políticos o comentaristas opositores, hablan de impericia, mala praxis, errores, caprichos, venganza, etc. Cualquier persona, empero, puede exhibir una o más de estas falencias, pero no es el caso de este gobierno. Esta composición de lugar refleja, entre otras cosas, la baja cultura política, que supimos conseguir.
Desde luego que el poder económico concentrado que, desde la transición del siglo copto la política, es decisivamente vinculante a lo que nos pasa. Por eso no es curioso que casi ningún político actual recurra al contexto global, como insumo imprescindible para mejor interpretar y aproximarse a lo real (no a la realidad, que es subjetiva) nacional. Lo que deseo apuntar en estas líneas, sobre la caracterización del gobierno, es que no hay errores ni caprichos: simplemente digo, es el populismo, a secas (ver política). A partir de allí no hay mas misterios ni elucubraciones, “al pan: pan…” [1]
Obviamente, el populismo no es elitista, por definición. Esta profundamente arraigado en buena parte de nuestra sociedad, aunque no lo sepa (la palabra es tabú y no junta votos). Ese colectivo social sigue soñando con un líder, con una imagen, un presente perpetuo, olvidando el pasado y el futuro. Si analizáramos los actos del gobierno bajo el prisma revelador de lo que es la esencia del populismo nos ahorraríamos largas discusiones estériles, para explicar lo inexplicable.
Superando esta vuelta de tuerca que lleva muchas décadas en Argentina, deberíamos fijar algunos contenidos superadores, a partir de una agenda que tenga que ver con proyectos de país, redefinición del Estado, políticas de Estado (ver Proyecto de País). Claro que eso no es posible sin respeto a la Constitución, la República o el federalismo. El camino es largo pero de lo que se trata es de empezar -alguna vez- y desconfiar de los líderes carismáticos que nos vayan a “salvar” otra vez. La tarea es colectiva.
Otro punto central es comenzar a diferenciar crecimiento y desarrollo. Para el poder económico concentrado, hasta ahora, dominante, los programas no corporativos siempre son “peligrosos”. La palabra desarrollo -aun devaluada- les resulta resbaladiza a sus fines, entre otras cosas, porque los enfrenta con la polarización social y la crisis ecológica global (ver ambiente).
Por último se impone una reflexión sobre la calidad de nuestra democracia. Resulta casi utópico pretender cambios estructurales y de largo plazo sin un mínimo ejercicio de constitución y república, que es lo que posibilita -a su tiempo- políticas de Estado. Los tres poderes deberían funcionar mucho mejor pero la prioridad incontrastable hoy pasa por una justicia que funcione a pleno. Ella es el piso y la condición necesaria para aspirar a construir futuro, desde otra institucionalidad.
Hasta la próxima…
Tomás Loewy
[1] La reciente muerte del fiscal Nisman ilustro un faceta típica del modelo: revertir el discurso a partir de encuestas de opinión pública, al igual que luego de la asunción del papa Francisco
Matias Ezequiel Zaikoski
15 abril, 2015 A las 11:50 pmElegí este artículo al azar, y simplemente concuerdo en muchísimas cosas. Es muy difícil escribir en pocos renglones todo lo que quiero expresar y lo que me genera.
En primer lugar, creo firmemente en que el populismo es uno de los peores males de América Latina. ¿Por qué digo esto? Me refiero a que los gobernantes hoy en día basan todas sus campañas en generar, hasta incluso exagerar, el sentimiento de nación para lograr un mayor número de votos valiéndose del doble discurso, y una vez en el poder, disfrazan todos sus actos en ese sentido, diciendo que es por el bien de “la nación”, opacando las verdaderas razones.
Otro punto a destacar, es que siempre buscan reformar leyes y, en los casos más extremos, la Constitución, para acomodarlos a los intereses de los gobiernos de turno.
Nicolas Luna
16 abril, 2015 A las 3:07 amCreo que el populismo y la demagogia que caracteriza los gobiernos de nuestro pais son autor y complice de la falta de progreso de nuestro pais, siempre a la expectativa de satisfacer las necesidades y deseos mas inmediatos del pueblo.Con un claro objetivo permanecer un poco mas en el poder.Un ejemplo clasico es el Futbol para Todos.
Desde mi perspectiva con el solo hecho de librarnos de estos males que aquejan a la nacion se estara encaminado al desarrollo de un pais mas prospero.
Gonzalez Javier
16 abril, 2015 A las 6:39 pmEste articulo expresa dos aspectos que para mi son destacables en la influencia directa que presentan en nuestra situación social y económica actual de nuestro país, uno de ellos es el populismo, herramienta política utilizada para sincronizar grupos de intereses diferentes a través de un liderazgo carismático, destacando la búsqueda de un apoyo directo donde las ideologías y programas quedan en segundo lugar. Para que esto sea posible es necesario recurrir al otro aspecto relevante, la baja cultura política que presenta gran parte de la sociedad, la cual facilita caer fácilmente en percepciones erróneas.